Aunque las familias ponen candados digitales, la mayoría de los adolescentes ya encontró cómo abrirlos. Navegar en internet sin restricciones es casi un reto superado por el 60% de los jóvenes, quienes aseguran saber cómo eludir el control parental en sus dispositivos.
Esto no significa que no haya reglas en casa. De hecho, muchos hogares establecen filtros, horarios y herramientas de monitoreo. Pero con el paso del tiempo, los adolescentes se vuelven expertos en rodear estas barreras. Y no necesitan mucho: un tutorial en TikTok, un consejo entre amigos o simplemente experimentar hasta dar con la solución.
El dato proviene de un informe reciente de la Fundación MAPFRE y EU Kids Online, basado en una encuesta aplicada a casi 2,000 adolescentes en España. Aunque el estudio tiene un enfoque ibérico, las conclusiones tienen ecos en toda América Latina. Porque el acceso a internet es global, pero también lo son las formas de esquivar los límites.
Lo saben, pero no siempre lo hacen
Una cosa es saber, otra hacerlo. Aunque el 60% de los adolescentes asegura saber cómo sortear los controles parentales, no todos lo hacen a diario. Algunos dicen que simplemente les gusta saber cómo, “por si acaso”. Otros, que lo hacen solo cuando quieren evitar ciertas restricciones específicas, como no poder abrir redes sociales por la noche.
Es decir, hay una diferencia entre conocimiento y uso. Y eso abre una nueva ventana para los padres: el diálogo. Porque muchos adolescentes, aunque rebeldes, no necesariamente buscan romper reglas todo el tiempo. A veces lo que quieren es autonomía, y otras, privacidad.
De hecho, el mismo estudio señala que el 67% de los encuestados considera que sus padres están al tanto de lo que hacen en internet. Eso indica que, en muchas familias, el control no es tanto técnico como relacional. Es decir, no se basa en aplicaciones ni bloqueos, sino en confianza.
Aun así, el acceso a contenido inapropiado sigue siendo un riesgo. Desde violencia hasta discursos de odio o imágenes sexuales explícitas, el entorno digital no siempre está hecho para menores. Y aunque muchos adolescentes saben diferenciar lo que les conviene y lo que no, otros simplemente se topan con contenido sensible sin buscarlo.
La importancia de hablar del tema
Los especialistas insisten en que la mejor herramienta de control parental no está en el celular, sino en la conversación. Hablar con los adolescentes sobre su vida digital es una forma de entender qué les interesa, qué riesgos enfrentan y cómo se sienten al respecto.
Esto, claro, requiere tiempo. Y no siempre es cómodo. Muchos padres no saben por dónde empezar, y algunos adolescentes tampoco tienen interés en compartir lo que hacen en línea. Pero los expertos coinciden: si no se habla, es más probable que los riesgos aumenten.
Además, los adolescentes no son ingenuos. La mayoría sabe que internet tiene partes oscuras. Y muchos agradecen tener figuras adultas que les ayuden a entender lo que ven, sobre todo cuando se trata de noticias falsas, estafas o fenómenos virales dañinos.
También hay un cambio generacional en juego. Los adolescentes de hoy no son los primeros en crecer con internet, pero sí los primeros que lo han tenido desde siempre. Para ellos, es natural moverse entre plataformas, abrir múltiples cuentas, o cambiar de red social cuando una ya no les interesa. Eso los hace hábiles, pero también los expone a más trampas.
¿Qué pueden hacer las familias?
Las soluciones mágicas no existen. Pero sí hay formas de acompañar mejor a los adolescentes en su vida digital. La primera es evitar el enfoque punitivo. En lugar de castigar, conviene preguntar. ¿Qué viste? ¿Qué te hizo sentir raro? ¿Qué crees que harías si alguien te envía algo incómodo?
Otra medida útil es compartir espacios digitales. Ver juntos un video, revisar alguna red social en común o simplemente comentar algo que está en tendencia puede abrir caminos de confianza. Así, el internet deja de ser un territorio dividido y se vuelve un espacio compartido.
Y finalmente, informarse. Porque si los padres no entienden cómo funcionan las herramientas de control, difícilmente podrán establecer límites coherentes. Hoy hay decenas de guías, tutoriales y recursos diseñados para adultos que quieren proteger, pero también respetar, la privacidad de sus hijos.
La clave, al final, está en el equilibrio. Ni libertad absoluta ni vigilancia constante. Los adolescentes, como cualquier otra generación, necesitan orientación. Y el internet, aunque lleno de posibilidades, también está lleno de ruido. Acompañarlos es mucho más eficaz que simplemente vigilarlos.