Cuando se supo que Danny Boyle y Alex Garland volverían a trabajar juntos en una secuela de 28 días después, las expectativas se dispararon. La película original de 2002 marcó un antes y un después en el cine de apocalipsis zombi. Ahora, más de dos décadas después, nos traen 28 Años Después, una mezcla de terror, locura, drama familiar y un toque de crítica política.
Desde el principio, la película tiene un aire familiar, pero a la vez diferente. Ya no estamos en las calles desiertas de Londres. En esta ocasión, la historia arranca en una isla aislada del continente británico, que sigue plagado por el virus que desató la pesadilla original. Aquí, los supervivientes han creado una especie de comunidad medieval, lejos de los recursos modernos, donde sobreviven fabricando sus propias armas y quemando madera como combustible.
La historia se centra en Jamie (Aaron Taylor-Johnson), su esposa enferma Isla (Jodie Comer), y su hijo Spike (Alfie Williams). Jamie debe preparar a Spike para enfrentar el brutal mundo exterior, llevándolo a realizar su primera cacería de infectados. Este ritual es más que una prueba de supervivencia: es la forma en que la comunidad enseña a sus jóvenes a lidiar con el horror que los rodea.
A pesar del cambio de escenario, el peligro sigue siendo el mismo.
Nuevas Criaturas Y Terror Visceral
Las escenas de acción de Boyle son uno de los puntos más altos de la película. Las secuencias de caza entre padre e hijo son pura adrenalina. La cámara no para de moverse, los cortes son rápidos, y la tensión es constante. Aunque técnicamente los infectados no son zombis, actúan como tales. El virus los vuelve agresivos y deformes.
Algunos de estos nuevos infectados son conocidos como Slow-Lows, que se arrastran como bestias enormes, mientras que otros son más rápidos e inteligentes que nunca. La violencia visual es impactante: cuerpos desnudos, sucios, cubiertos de sangre que salpica en cada flechazo certero. Es un espectáculo brutal y perturbador.
Pero, a pesar del despliegue técnico y visual, la película no logra conectar emocionalmente como lo hizo la original. Spike, el niño cuya historia debería conmover, resulta un personaje plano. Incluso un giro dramático sobre una mujer embarazada infectada termina resultando exagerado, rozando quizá en lo absurdo, incluso dentro de este género.
Ralph Fiennes Cambia El Ritmo
A la mitad del film, entra en escena Ralph Fiennes y, con él, la película toma un rumbo mucho más interesante. Fiennes interpreta a Kelton, un médico que vive recluido en su ciudad natal. Spike cree que Kelton puede ayudar a su madre enferma, mientras Jamie desconfía de él, asegurando que está loco.
Kelton aparece como un personaje fascinante. Vive rodeado de un inquietante templo decorado con huesos y calaveras, pero al mismo tiempo muestra una profunda compasión. Su aspecto es extraño: piel teñida de yodo —según él, para protegerse del virus— y una cortesía inquietante que lo hace aún más perturbador.
La interpretación de Fiennes es magnética. Es imposible saber si Kelton es un loco peligroso o el personaje más cuerdo en medio de un mundo devastado. Este giro psicológico eleva la película, dándole un tono más reflexivo y menos dependiente del simple susto.
Es en este tramo donde Boyle y Garland realmente logran reinventar el género. Ya no se trata solo de supervivencia y terror, sino de explorar la condición humana bajo circunstancias extremas.

Contexto Político Y Continuación De La Saga
Aunque el trasfondo político está presente —con una Europa que mantiene a Gran Bretaña en cuarentena mientras patrullas francesas y suecas vigilan las aguas—, estos elementos apenas se desarrollan. El potencial de explorar temas como el aislacionismo y las tensiones globales se diluye rápidamente.
El director y el guionista parecen no haber encontrado el balance entre la crítica social que podría haber enriquecido la trama y el entretenimiento puro que claramente dominó el montaje final.
A pesar de estos altibajos, Boyle sigue demostrando su pericia técnica, Garland entrega momentos sólidos, y Fiennes se roba el espectáculo. Pero al conjunto se le notan las costuras, como bien describe la crítica de la BBC. Es una “colcha de retazos” que funciona, pero que pudo ser mucho más.
Lo que sí deja claro esta película es que es solo el comienzo. Esta es la primera entrega de una nueva trilogía. La segunda parte, titulada 28 años después: El templo de los huesos, ya está filmada y su estreno está previsto para enero. El personaje de Kelton parece estar en el centro de lo que viene, lo cual es, sin duda, una de las mejores noticias que deja esta entrega.
Para los fans de la saga, 28 años después ofrece acción, suspenso, y algunos momentos memorables. Para los que esperaban una obra maestra a la altura de la original, quizá se queden con ganas de un poco más.
